miércoles, agosto 28, 2013

De preguntas, respuestas y el comodín del público

Todos aquellos que recordéis vagamente las clases de geometría del cole, coincidiréis conmigo en que todos aprendimos entonces que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, ¿cierto?

Bien. En la vida podemos aplicar la misma regla sencilla. Me explico, problema sencillo: queremos llegar desde un punto A, llamémoslo una duda o incertidumbre cualquiera, al punto B, una resolución de esa duda, una solución, una certeza.
¿Cuál creéis que es la línea más recta?




Eso es, la pregunta. La investigación en base a un conjunto de indicios y pruebas fidedignas. Es la estrategia más lógica y sencilla.
¿O no? Porque todo dependerá de si sabemos utilizarla bien.

Puede que ya me hayáis escuchado decir esto alguna vez, pero por si acaso no, mi teoría es la siguiente: "El ser humano es tan estúpido que pregunta aquello que no quiere saber y lo que de verdad le interesa no lo pregunta". Y así suele ser en la mayoría de los casos. 
Por ejemplo, un amigo está hablando de algo a los demás, y llegamos a mitad de la explicación, o quizás estábamos hablando con alguien, o simplemente pensando en la cena, y no nos enteramos de la misa la mitad. ¿Preguntamos que de qué va la cosa para poder participar sin meter la pata? NO. Porque todo el mundo parece estar enterado de todo, y no queremos quedar de tontos. Otro ejemplo. Nos vamos a la peluquería, y decimos aquello de "Hazme lo que quieras". Eeeerror, salimos más esquiladas que una oveja. Vamos a nuestro amigo más sincero y le preguntamos qué tal nos queda. Queremos que nos diga que genial, pero sabemos que no es así.¿Pero se lo preguntamos igualmente? SÍ. Y como era de esperar, nos dice que parecemos un teleñeco recién salido de la secadora, para disgusto nuestro.
Ejemplos muy tontos y muy básicos. Pero pensadlo un poco, y veréis cómo muy a menudo preguntamos todo lo que en realidad no queremos saber y lo que sí, nos lo guardamos.
Pero no acaba ahí la cosa. Porque años de duro esfuerzo y arduo trabajar nos han permitido descubrir otra retorcida manera de llegar del punto A al punto B:

La suposición 
 (que, como se ve en la imagen, empieza bien pero suele terminar en Narnia)

Suposiciones, porque el hecho de complicarnos la vida preguntando al revés no era suficiente daño que encima necesitábamos crear imperios enteros y magnas teorías cosnpiratorias de la nada para darle sal al asunto.
Suposiciones las podemos hacer de dos tipos: aquellas que nos atañen y aquellas que no. Las que nos atañen, llamémoslas suposiciones personales, abarcan campos de lo más diversos, tanto orientadas a un futuro como en el pasado, pero en el terreno emocional y sentimental las mujeres tenemos algo así como un componente genético que nos otorga una especial habilidad para practicar el arriesgado deporte que es la suposición extrema con resultados que rozan la paradoja ("¿Le gusto? Yo creo que no le gusto...¿o sí? Hmmm...no lo sé...pero voy a elaborar mis propias teorías al respecto, basadas en hechos insustanciales y detalles puramente inconexos"; "¿Se habrá enfadado? Seguro que le ha sentado mal que le haya dicho que no me gusta esa canción. Qué poca vergüenza tiene de tomarse eso a malas, con la de veces que me ha hecho eso a mí. Alucino con su actitud, de verdad, qué poca madurez. No se lo voy a perdonar nunca", y otros casos igual de disparatados).
Las ajenas, directamente, son pura tiña y, lo que es peor, son deporte nacional (por más que le pese al fútbol), porque si algo le apasiona a la gente es inventar sobre la vida de su vecino en sus diversas vertientes: el que teoriza sobre lo que no tiene información, el que cree que te conoce y que ello le da derecho a demostrártelo a la mínima ocasión, el que da la respuesta a una pregunta que no has hecho suponiendo que quieres saber su opinión respecto a todo...


¿...O me diréis que vosotros mismos no lo habéis hecho alguna vez?

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