martes, agosto 12, 2014

De los que nos dejan

Como muchos sabréis ya a estas alturas, el actor y cómico Robin Williams (no confundir con el músico pop, como les ha pasado a mis padres esta mañana) falleció anoche.


Para muchos no tendrá más relevancia que cualquier otra noticia similar, muchos son los artistas que nos dejan y no por ello tendría que afectarnos más que cualquier otro conocido, normalmente muchísimo menos. Pero para mí, como para muchos de los niños que crecimos en los 90, esta muerte tiene un significado más amplio porque con él se va un ídolo de nuestra infancia y muere un pedacito de nuestros recuerdos, recuerdos tan dulces como los que nos dejaron sus películas.



Jumaji, Hook, Más Allá de los Sueños, Flubber, Señora Doubtfire, Jack, Una Jaula de Grillos, El Club de los Poetas Muertos, la voz del genio de Aladín para los países anglófonos, ¡Popeye!

Lo más triste de esta historia no es que se nos haya ido, que por supuesto lo es, sino la verdad sobre su vida. Porque aquel al que recordamos sobre todo por lo que nos ha hecho reír era una persona muy desgraciada. Alcohólico rehabilitado, depresivo crónico, si sabías mirar siempre veías una sonrisa triste en sus ojos, que reflejaba lo profundamente desgraciado e incompleto que debía de sentirse.
Y hoy en concreto, después de lo que he vivido estos últimos días, esto me hace sentir mucha empatía hacia él, pese a que muchos me habréis escuchado rechazar de plano la cobardía y crueldad que el suicidio me parece.
Porque esto habría de servirnos de recordatorio de que aquellos que más esfuerzo hacen por alegrarle el día a los demás, por iluminarlo con la más grande de las sonrisas, muy a menudo son los que se duermen llorando. 
D.E.P.

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